LA INVENTA DE MOREL
Oji, en esta isola, un miracle…La plantas de la isola…A du veses analoja…En la rocas on ave un fem…Tra des ‑sinco dias…Aora, la fem con la tela de testa…Lo ia es, denova, como si…Tota lo cual me ia scrive…Cuando me ia vide ce la colina…Me ia mostra me…Me teni un dato…Esta es un enferno…”Te per du” e ”Valensia”…Asta asi, un parla…Cuando me ia ariva a la teras basa…Me ia vinse mea repulsa…Cuando me va calmi…Prima, me ia funsiona la resetadores…Me vole esplica a me…

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Cuando me ia vide ce la colina es desabitada, me ia teme encontra la esplica en un trapa cual ia funsiona ja. Con batetas forte de cor, me ia visita tota la museo, ascondente a veses. Ma lo ia basta ce on regarda la mobilas e la mures, como revestida con solitaria, per es convinseda ce ala nun sta. An plu: per es convinseda ce nunca nun ia sta. Lo es difisil, pos un asentia de cuasi dudes dias, afirma ce tota la ojetos de un casa con multe salas es encontrada do los ia sta cuando on ia parti; an tal me aseta, como un evidentia per me, ce esta des-sinco persones (con tan multe empleadas), no ia move un banca, un lampa, o – si los ia move alga cosa, los ia repone en loca, a la situa cual los ave a ante. Me ia esamina la cosina, la sala de lava: la comeda cual me ia lasa ja a dudes dias a ante, la vestes (furada en un armario de la museo) poneda per seci a dudes dias a ante, los ia es ala, un purida, la otra seca, ambos intata.

Cuando vi la colina deshabitada temí encontrar la explicación en una celada que ya estuviera funcionando. Con sobresalto recorrí todo el museo, escondiéndome a veces. Pero bastaba mirar los muebles y las paredes, como revestidos de aislamiento, para convencerse de que allí no había nadie. Más aún: para convencerse de que nunca hubo nadie. Es difícil, después de una ausencia de casi veinte días, poder afirmar que todos los objetos de una casa de muchísimas habitaciones se encuentran donde estaban cuando uno se fue; sin embargo acepto, como una evidencia para mí, que estas quince personas (con otras tantas de servidumbre), no hayan movido un banco, una lámpara o —si movieron algo hay an vuelto a poner todo en el sitio, en la posición que tenía antes. He inspeccionado la cocina, el lavadero: la comida que dejé hace veinte días, la ropa (robada de un armario del museo) puesta a secar hace veinte días, estaban allí, una podrida, la otra seca, ambas intactas.

Me ia cria en acel casa vacua: « Faustine! Faustine! » On no ia ave responde. Du fatos – un fato e un recorda – cual aora me vide juntada, proposa un esplica. En la tempos ultima me ia aplica me a proba radises nova. Me crede ce en Mexico la indianes conose un bevida preparada con un jus de radises – esta es la recorda (o la oblida) – cual provoca delirios tra multe dias. La conclui (relatada a la resta de Faustine e de sua amis en la isola) es lojical asetable; an tal, me ta debe jua a prende lo seria. Me pare juante: me ia perde Faustine, e me aplica me a presenta esta problemes a un oservor ipotesal, esterna.

Grité en esa casa vacía: « ¡Faustine! ¡Faustine! » . No hubo respuesta. Hay dos hechos —un hecho y un recuerdo— que ahora veo juntos, proponiendo una explicación. En los últimos tiempos me había dedicado a probar nuevas raíces. Creo que en México los indios conocen un brebaje preparado con jugo de raíces —éste es el recuerdo (o el olvido)— que suministra delirios por muchos días. La conclusión (referida a la estadía de Faustine y de sus amigos en la isla) es lógicamente admisible; sin embargo, yo tendría que estar jugando para tomarla en serio. Parezco jugando: he perdido a Faustine, y atiendo a la presentación de estos problemas para un hipotético observador, para un tercero.

Ma me ia recorda, noncredente, mea state de fujor e la potia enfernal de la judores. Cisa tota ia es un strateji nonmoderada. Me no ia debe descorajosi, no me ia debe diminui mea capasia de resiste: la desastre ta pote es tan orible.

Pero me acordé, incrédulo, de mi condición de fugitivo y del poder infernal de la justicia. Tal vez todo fuera una estratagema desmesurada. No debía abatirme, no debía disminuir mi capacidad de resistencia: la catástrofe podría ser tan horrible.

Me ia visita la egleseta, la suteras. Me ia deside regarda tota la isola ante ce me vade a adormi. Me ia vade a la rocas, a la prados de la colina, a la plaias, a la teras basa (con un esede de cautia). Me ia debe aseta ce la intruores no ia es en la isola.

Inspeccioné la capilla, los sótanos. Decidí mirar toda la isla antes de acostarme. Fui a las rocas, a los pastizales de la colina, a las playas, a los bajos (por un exceso de prudencia). Debí aceptar que los intrusos no estaban en la isla.

Cuando me ia reveni a la museo, lo ia es cuasi a la note. Me ia es nervosa. Me ia nesesa la claria de la lus eletrical. Me ia proba multe comutadores; no lus. Esta pare confirma mea opina ce la mareas debe furni la enerjia a la motores (con la media de acel molin idraulical o turbina cual on ave en la teras basa). La intruores ia malspende la lus. De pos la du mareas pasada, on ia ave un interval longida de calmia. Esta ia fini a esta sera mesma, cuando me ia entra en la museo. Me ia debe clui tota; lo ia es como si la venta e la mar vade a destrui la isola.

Cuando volví al museo era casi de noche. Yo estaba nervioso. Deseaba la claridad de la luz eléctrica. Probé muchas llaves; no había luz. Con esto parece confirmada mi opinión de que las mareas han de suministrar la energía a los motores (por medio de ese molino hidráulico o rodillo que hay en los bajos). Los intrusos han derrochado luz. Desde las dos mareas pasadas hubo un prolongado intervalo de calma. Se acabó esa misma tarde, cuando yo entraba en el museo. Tuve que cerrar todo; parecía que el viento y el mar fueran a destruir la isla.

En la sutera prima, entre motores enorme en la penombra, me ia senti nonremediable descorajida. La forsa nesesada per suiside ia es futil, car, Faustine esente desapareda, an la sasia de la moria no plu ia pote resta.

En el primer sótano, entre motores desmesurados en la penumbra, me sentí perentoriamente abatido. El esfuerzo indispensable para suicidarme era superfluo ya que, desaparecida Faustine, ni siquiera podía quedar la anacrónica satisfacción de la muerte.

Par un compromete nonclar, per justi mea desende, me ia atenta funsiona la macineria de lus. On ia ave algas esplodes debil e la calmia interna ia recovre, en cuando un tempesta move la ramos de un sedro, contra la vitro spesa de la lucarna.

Por vago compromiso, para justificar mi descenso, intenté poner en funcionamiento la usina de luz. Hubo unas explosiones débiles y la calma interior volvió a establecerse, entre una tormenta que movía las ramas de un cedro, contra el vidrio espeso de la lumbrera.

Me no recorda como me ia parti. Arivante a supra me ia oia un motor; la lus, con un rapidia oblica, ia ateni tota e me ia pone ante du omes: la un vestida blanca, la otra vestida verde (un cosinor e un servor). Me no sabe ci ia demanda (en espaniol):

No recuerdo cómo salí. Al llegar arriba oí un motor; la luz, con oblicua velocidad, alcanzó todo y me puso frente a dos hombres: uno vestido de blanco, otro de verde (un cocinero y un sirviente). No sé cuál preguntó (en español):

« Esce tu ta vole dise a me perce el ia eleje esta loca perdeda?

—¿Quiere decirme por qué eligió este lugar perdido?

– El sola sabe lo » (ance en espaniol).

—Él lo sabrá (en español, también).

Me ia escuta con ansia. On ia ave otra persones. Esta apareda nova (de mea serebro punida par nonsufisis, venenosa e soles, o par esta isola tan matante), los ia es iberian e esta frases ia trae me a la conclui ce Faustine no ia reveni.

Escuché con ansia. Era otra gente. Estos nuevos aparecidos (de mi cerebro castigado por carencias, tóxicos y soles, o de esta isla tan mortal), eran ibéricos y estas frases me llevaban a la conclusión de que Faustine no había regresado.

Los ia continua con un vose calma, como si los no oia mea pasos, como si me no esiste.

Seguían hablando con voz tranquila, como si no hubieran oído mis pasos, como si yo no estuviese.

« Me no nega, ma como la idea ia aveni a Morel?… »

—No lo niego; pero ¿cómo se le ha ocurrido a Morel?…

Un om ia interompe los, disente colerinte:

Los interrumpió un hombre que dijo airadamente:

« Asta cuando? La comeda es preparada, de pos un ora!

—¿Hasta cuándo? La comida está lista, hace una hora.

El ia fisa los con regarda (un fisa tal ce me ia demanda a me si el no luta contra sua inclina de no regarda me) e, a pos, ia desapare, criante. La cosinor ia segue; la servor ia core a la dirije oposada.

Los miró con fijeza (con tanta fijeza que me pregunté si no lucharía contra una inclinación a mirarme) y en seguida desapareció, gritando. Lo siguió el cocinero; el sirviente corrió en dirección opuesta.

Me ia forsa me per calmi, ma me ia es tremante. Un gongo ia resona. Me ia vive alora un momento en cuando an la eroes debe aseta la teme. Me crede ce aora mesma los no ia es cuieta. Ma alora la teror ia cumula. Fortunosa, lo ia dura poca. Me ia recorda acel gongo. Me ia vide lo a multe veses en la sala de come. Me ia vole fuji. Me ia calmi me plu. Fuji ia es vera nonposible. La tempesta, la barco, la note… Si la tempesta ia conclui, lo ia es no min orible vade en mar, a esta note sin luna. Plu, la barco no ia ta susede flota tra longa. Consernante la teras basa, sin duta los ia es inondada. Mea fuji ia ta es concluida a vera prosima. Lo ta es plu bon ce me escuta, ce me vijila la moves de esta persones, ce me espeta.

Yo hacía esfuerzos por serenarme, pero temblaba. Sonó un gong. Mi vida estuvo en momentos en que los héroes hubieran aceptado el miedo. Creo que ahora mismo no estarían tranquilos. Pero entonces el horror se acumuló. Por suerte, duró poco. Recordé ese gong. Lo había visto muchas veces en el comedor. Quise huir. Me serené más. Huir verdaderamente era imposible. La tormenta, el bote, la noche… Si hubiera desaparecido la tormenta, no habría sido menos horrible internarse en el mar, esa noche sin luna. Además, el bote no habría alcanzado a flotar mucho tiempo. En cuanto a los bajos, estaban seguramente inundados. Mi huida hubiera concluido muy cerca. Valía más escuchar; vigilar los movimientos de esta gente; esperar.

Me ia regarda sirca me e me ia asconde (suriente per corajosi) en un saleta su la scalera. Esta ia es (me ia pensa lo plu tarda) multe stupida. Si los ia ta xerca me, los ia ta regarda alà, sin duta. Me sta ala tra un momento sin pensa, multe cuieta, ma ancora en confusa.

Miré a mi alrededor y me escondí (sonriendo para formular mi suficiencia) en un cuartito que hay debajo de la escalera. Esto (lo he pensado posteriormente) fue muy torpe. Si me hubieran buscado habrían mirado ahí sin duda. Estuve un rato sin pensar, muy tranquilo, pero todavía confuso.

Du problemes ia presenta se a me:

Se me presentaron dos problemas:

Como los ia ariva en la isola? Con esta tempesta, no capitan no ia ta osa prosimi; ce on suposa un transporta e un desembarca tra barcos, lo ia es asurda.

¿Cómo llegaron a la isla? Con esa tormenta, ningún capitán se habría atrevido a acercarse; suponer un trasbordo y un desembarco por medio de botes, era absurdo.

Cuando los ia ariva? La comeda ia es preparada de longa; a un cuatriora a ante, me ia desende ja a la motores, e on ia ave nun en la isola.

¿Cuándo llegaron? La comida estaba lista desde hacía un rato largo; no hacía un cuarto de hora que yo había bajado a los motores, que no había nadie en la isla.

Los ia parla de Morel. Lo ia es, serta, un reveni de la mesma persones. Lo es probable, me ia pensa con bates de cor, ce me ta vide, denova, Faustine.

Habían nombrado a Morel. Se trataba, seguramente, de un regreso de las mismas personas. Es probable, pensé con palpitaciones, que vea, de nuevo, a Faustine.

☛ Me ia mostra me, presensante un aresta…

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Lo ia es automatada jenerada de la paje corespondente en la Vici de Elefen a 10 maio 2024 (17:21 UTC).